EL 71% DE SUS CIUDADANOS TIENE TÍTULO UNIVERSITARIO
Es el sistema educativo más prestigioso del mundo, sistemáticamente situado en los primeros puestos del ranking por excelencia, el informe PISA que elabora la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Hablamos de un país en el que el 71% de sus 5,3 millones de habitantes obtiene un título universitario, siendo sus licenciados especialmente prestigiosos en sectores como la ingeniería y la arquitectura, y que cuenta con un muy sólido sistema de formación profesional, que permite elegir entre 75 títulos básicos que pueden cursarse tanto en institutos como en centros de trabajo, mediante un contrato de aprendizaje, y que capacitan para entrar en estudios de grado superior. Quizá, como dice Eva Hannikainen, agregada cultural de la embajada de Finlandia, ya que su país carece de recursos naturales, sus habitantes saben mejor que nadie que la formación es la mejor riqueza del país.
Las ventajas que proporciona el modelo finlandés a sus estudiantes provienen de su gasto público, que representó en 1998 y en 2002 el 6,2% del PNB (el promedio de los países de la OCDE es del 5,3 %). Así, la enseñanza obligatoria es gratuita en todos sus conceptos, desde el material hasta los gastos de comedor, e incluso el colegio ha de garantizar el transporte en el caso de que los niños deban desplazarse al centro desde una distancia superior a los 5 km. También los estudios universitarios son gratuitos, incluidos aquellos destinados a los adultos que, contando con un trabajo, quieren reciclarse o simplemente mejorar su formación. “Aprender en Finlandia no es un problema de dinero”, afirma Hannikainen, ya que la gratuidad se ve apoyada con un sistema de elevadas ayudas a los estudiantes, adultos incluidos.
Pero estas ventajas económicas serían poco prácticas si no se apoyasen en una base sólida, como es un sistema pedagógico adecuado. Y cuentan con él, según afirma José Antonio Marina, escritor, filósofo y fundador de la Universidad de Padres http://www.universidaddepadres.es/ (una iniciativa gratuita en la red que abre sus puertas para registrarse hasta el 15 de mayo), especialmente en lo que se refiere a “una estupenda enseñanza primaria y secundaria” que destaca por varios elementos novedosos.
El primero de ellos consiste en que la escolarización se produce a los 7 años, más tarde que en España. Según Hannikainen, “hay quienes lo atribuyen, y hay algo de verdad en ello, a que los finlandeses nos gusta dejar que los niños sigan siendo niños mientras puedan y que jueguen el máximo tiempo posible. Pero también es cierto que hasta los 7 años los niños no llegan a esa madurez intelectual que les permite asimilar y comprender la información que van recibiendo”.
Según Marina, esa escolarización tardía es fruto de una concepción pedagógica que entiende que “introducir a los niños pronto en una educación más formal es contraproducente. Hasta los 7 años están en guarderías, donde lo que se pretende fundamentalmente es que jueguen mucho y hagan ejercicio”. Y si bien no sabemos hasta qué punto esta tendencia es beneficiosa, lo que sí se ha comprobado es que “el retraso que se produce al incorporarse más tarde se recupera enseguida”. Además, tiene una ventaja añadida respecto a actitudes pedagógicas hoy en boga. Como asegura Marina, “nos estamos pasando con la insistencia en una educación muy precoz que sobrecarga a los niños”. Y que muestra grandes divergencias según colegios: “En algunos, los chavales aprenden a leer y escribir en primaria, mientras que otros se les ha enseñado ya desde infantil”. Como no tenemos una idea precisa de en qué momento debe iniciarse este proceso de enseñanza, estamos utilizando distintas alternativas que, al final, “nos causan algo de desconcierto”.
La segunda gran característica del sistema finlandés es la atención personal que dedican a cada niño, y especialmente a los que van atrasados. Como afirma Eva Hannikainen, uno de los mayores aciertos de los colegios finlandeses es que prestan mucha atención a la evolución del alumno desde el comienzo, intentando atajar los problemas de orden académico en los primeros años de escolarización, ya que “es mucho más fácil solucionar las dificultades a los 7 años que a los 14”. Aun cuando sigan las clases junto con los demás, los chicos que van más atrasados tienen un tutor personal y clases de apoyo según los diferentes niveles de necesidad.
“Así se consigue que no se alejen del nivel de la clase sin que ésta se retrase”. Para Marina, esta “es una de las bolsas de sabiduría” del sistema finlandés, toda vez que una gran parte de los trastornos de aprendizaje (si hablamos de los no relacionados con dificultades neuronales, como la dislexia, la hiperactividad o los problemas serios de lenguaje) tienen que ver con el simple hecho de que “los niños aprenden con distintas velocidades. Si ese ritmo se cuida al principio, se reincorporan a la marcha de la clase normalmente, mientras que si no se hace el problema toma mayores dimensiones. Y lo único que debemos tener en cuenta es que cada niño tiene una velocidad de aprendizaje”.
El tercer elemento significativo con el que cuenta el sistema finlandés es, según Marina, el trabajo integrado de todos los estratos del sistema educativo. Mientras que en España los niveles de enseñanza están completamente separados (“primaria y secundaria no trabajan juntos y secundaria y la universidad no lo hacen en absoluto”) allí están acostumbrados a organizar el sistema educativo como un todo, “por lo que la colaboración para mejorar los planes de estudio es muy grande”.
Pero, sin duda, el aspecto más relevante es la gran valoración que recibe la figura del profesor. Aun cuando su sueldo medio, alrededor de los 3.400 euros, no sea elevado, el prestigio que posee en la sociedad finlandesa hace que dicha profesión sea una de las más solicitadas por los estudiantes. Como relata Eva Hannikainen, son admitidos en las facultades menos del 10% de los aspirantes, “y eso que hablamos de una carrera de 5 años (en España son 3), que requiere de una formación muy exigente, y que no es nada fácil, ya que se les está preparando para que se conviertan, más que en profesores, en expertos en educación”. A pesar de los teóricos inconvenientes, señala Marina, “los alumnos más brillantes suelen dedicarse a la enseñanza infantil, a la que se considera la etapa decisiva para que el resto del proceso educativo sea bueno”. Lo que prueba que, “además de la vocación, influye mucho en la elección de las profesiones el prestigio social. Por eso es tan estúpido que en España hayamos sustraído todo prestigio de la figura del profesor”.
El elemento final que asegura el éxito del sistema finlandés es que está imbuido de “un sentido de la responsabilidad y del esfuerzo que no tenemos nosotros. Se trata de algo que está mucho más presente en las culturas de origen protestante, más exigentes que las mediterráneo-católicas”. Sin embargo, también resulta altamente significativo que este sistema educativo tan sólido “no resuelva los problemas de socialización de niños y adolescentes máxime cuando el índice de suicidios es muy alto”. Para Marina, la clave probablemente esté en que “se deba compensar esta eficacia educativa formal con una mayor formación en temas como la educación afectiva o como la educación en la familia. En estudios que estamos realizando vemos cómo las escuelas y las familias apenas se relacionan”.
Fuente: ElConfidencial.com>Sociedad y Medio Ambiente (14/04/2010)
Es el sistema educativo más prestigioso del mundo, sistemáticamente situado en los primeros puestos del ranking por excelencia, el informe PISA que elabora la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Hablamos de un país en el que el 71% de sus 5,3 millones de habitantes obtiene un título universitario, siendo sus licenciados especialmente prestigiosos en sectores como la ingeniería y la arquitectura, y que cuenta con un muy sólido sistema de formación profesional, que permite elegir entre 75 títulos básicos que pueden cursarse tanto en institutos como en centros de trabajo, mediante un contrato de aprendizaje, y que capacitan para entrar en estudios de grado superior. Quizá, como dice Eva Hannikainen, agregada cultural de la embajada de Finlandia, ya que su país carece de recursos naturales, sus habitantes saben mejor que nadie que la formación es la mejor riqueza del país.
Las ventajas que proporciona el modelo finlandés a sus estudiantes provienen de su gasto público, que representó en 1998 y en 2002 el 6,2% del PNB (el promedio de los países de la OCDE es del 5,3 %). Así, la enseñanza obligatoria es gratuita en todos sus conceptos, desde el material hasta los gastos de comedor, e incluso el colegio ha de garantizar el transporte en el caso de que los niños deban desplazarse al centro desde una distancia superior a los 5 km. También los estudios universitarios son gratuitos, incluidos aquellos destinados a los adultos que, contando con un trabajo, quieren reciclarse o simplemente mejorar su formación. “Aprender en Finlandia no es un problema de dinero”, afirma Hannikainen, ya que la gratuidad se ve apoyada con un sistema de elevadas ayudas a los estudiantes, adultos incluidos.
Pero estas ventajas económicas serían poco prácticas si no se apoyasen en una base sólida, como es un sistema pedagógico adecuado. Y cuentan con él, según afirma José Antonio Marina, escritor, filósofo y fundador de la Universidad de Padres http://www.universidaddepadres.es/ (una iniciativa gratuita en la red que abre sus puertas para registrarse hasta el 15 de mayo), especialmente en lo que se refiere a “una estupenda enseñanza primaria y secundaria” que destaca por varios elementos novedosos.
El primero de ellos consiste en que la escolarización se produce a los 7 años, más tarde que en España. Según Hannikainen, “hay quienes lo atribuyen, y hay algo de verdad en ello, a que los finlandeses nos gusta dejar que los niños sigan siendo niños mientras puedan y que jueguen el máximo tiempo posible. Pero también es cierto que hasta los 7 años los niños no llegan a esa madurez intelectual que les permite asimilar y comprender la información que van recibiendo”.
Según Marina, esa escolarización tardía es fruto de una concepción pedagógica que entiende que “introducir a los niños pronto en una educación más formal es contraproducente. Hasta los 7 años están en guarderías, donde lo que se pretende fundamentalmente es que jueguen mucho y hagan ejercicio”. Y si bien no sabemos hasta qué punto esta tendencia es beneficiosa, lo que sí se ha comprobado es que “el retraso que se produce al incorporarse más tarde se recupera enseguida”. Además, tiene una ventaja añadida respecto a actitudes pedagógicas hoy en boga. Como asegura Marina, “nos estamos pasando con la insistencia en una educación muy precoz que sobrecarga a los niños”. Y que muestra grandes divergencias según colegios: “En algunos, los chavales aprenden a leer y escribir en primaria, mientras que otros se les ha enseñado ya desde infantil”. Como no tenemos una idea precisa de en qué momento debe iniciarse este proceso de enseñanza, estamos utilizando distintas alternativas que, al final, “nos causan algo de desconcierto”.
La segunda gran característica del sistema finlandés es la atención personal que dedican a cada niño, y especialmente a los que van atrasados. Como afirma Eva Hannikainen, uno de los mayores aciertos de los colegios finlandeses es que prestan mucha atención a la evolución del alumno desde el comienzo, intentando atajar los problemas de orden académico en los primeros años de escolarización, ya que “es mucho más fácil solucionar las dificultades a los 7 años que a los 14”. Aun cuando sigan las clases junto con los demás, los chicos que van más atrasados tienen un tutor personal y clases de apoyo según los diferentes niveles de necesidad.
“Así se consigue que no se alejen del nivel de la clase sin que ésta se retrase”. Para Marina, esta “es una de las bolsas de sabiduría” del sistema finlandés, toda vez que una gran parte de los trastornos de aprendizaje (si hablamos de los no relacionados con dificultades neuronales, como la dislexia, la hiperactividad o los problemas serios de lenguaje) tienen que ver con el simple hecho de que “los niños aprenden con distintas velocidades. Si ese ritmo se cuida al principio, se reincorporan a la marcha de la clase normalmente, mientras que si no se hace el problema toma mayores dimensiones. Y lo único que debemos tener en cuenta es que cada niño tiene una velocidad de aprendizaje”.
El tercer elemento significativo con el que cuenta el sistema finlandés es, según Marina, el trabajo integrado de todos los estratos del sistema educativo. Mientras que en España los niveles de enseñanza están completamente separados (“primaria y secundaria no trabajan juntos y secundaria y la universidad no lo hacen en absoluto”) allí están acostumbrados a organizar el sistema educativo como un todo, “por lo que la colaboración para mejorar los planes de estudio es muy grande”.
Pero, sin duda, el aspecto más relevante es la gran valoración que recibe la figura del profesor. Aun cuando su sueldo medio, alrededor de los 3.400 euros, no sea elevado, el prestigio que posee en la sociedad finlandesa hace que dicha profesión sea una de las más solicitadas por los estudiantes. Como relata Eva Hannikainen, son admitidos en las facultades menos del 10% de los aspirantes, “y eso que hablamos de una carrera de 5 años (en España son 3), que requiere de una formación muy exigente, y que no es nada fácil, ya que se les está preparando para que se conviertan, más que en profesores, en expertos en educación”. A pesar de los teóricos inconvenientes, señala Marina, “los alumnos más brillantes suelen dedicarse a la enseñanza infantil, a la que se considera la etapa decisiva para que el resto del proceso educativo sea bueno”. Lo que prueba que, “además de la vocación, influye mucho en la elección de las profesiones el prestigio social. Por eso es tan estúpido que en España hayamos sustraído todo prestigio de la figura del profesor”.
El elemento final que asegura el éxito del sistema finlandés es que está imbuido de “un sentido de la responsabilidad y del esfuerzo que no tenemos nosotros. Se trata de algo que está mucho más presente en las culturas de origen protestante, más exigentes que las mediterráneo-católicas”. Sin embargo, también resulta altamente significativo que este sistema educativo tan sólido “no resuelva los problemas de socialización de niños y adolescentes máxime cuando el índice de suicidios es muy alto”. Para Marina, la clave probablemente esté en que “se deba compensar esta eficacia educativa formal con una mayor formación en temas como la educación afectiva o como la educación en la familia. En estudios que estamos realizando vemos cómo las escuelas y las familias apenas se relacionan”.
Fuente: ElConfidencial.com>Sociedad y Medio Ambiente (14/04/2010)
Hola a todos. Una gran idea esta del blog, se agradece el esfuerzo que hacéis en el intento de mejora de la participación de los padres.
ResponderEliminarEn cuanto al artículo, pocas pegas se le pueden poner, es una educación pública para todos con los medios económicos necesarios y con un gran reconocimiento social para los educadores con una atención lo más indivdualizada posible.
Tan diferente a lo nuestro que da vértigo pensar en cómo podríamos aproximarnos a ellos. Con un sistema dual de centros públicos / privados que compite entre sí, dividiendo los recursos, -siempre escasos-, procura sus influencias políticas contrarias "al otro" y sujeto a grandes sectores de poder e influencia -la iglesia- y que no favorece la participación en él de sectores de la propia organización -alumnos y padres-. En fín que, o mucho cambia esto, o llegar al nivel que nos muestra el artículo, nos costará mucho, ... si llegamos, perso solamente desde la participación y la exigencia constante podremos conseguir cosas
saludos a todos
Luis